El tenis es un juego de poder. Y el amor, también. O al menos así lo cuenta Luca Guadagnino en Challengers, la nueva película que estrena mañana en cines.

Esta nueva apuesta de comedia dramática sale de los parámetros convencionales de lo que es un «triángulo amoroso» para reemplazarlo por algo más intrincado. ¿Cómo? Haciendo que dos de los vértices sean totalmente manipulados por el tercero. A diferencia de lo que se plantea en este tipo de películas, en Challengers la última palabra la tiene Tashi (Zendaya), que hace y deshace a su antojo, sin preocuparse demasiado por los sentimientos de ninguno de los dos.

La premisa de la peli es simple pero efectiva, en un «universo» poco explorado en este tipo de géneros como lo es el del tenis. Dos jugadores (Art y Patrick, interpretados por Mike Faist y Josh O’Connor respectivamente) con un pasado en común compiten entre sí tanto profesionalmente como por el amor -o, mejor dicho, la atención o el interés, porque no hay forma de llamarlo amor- de una mujer. El problema es que ese «amor» viene de Tashi, una mujer calculadora y que solo piensa en su propio beneficio, proyectando en sus vínculos las frustraciones de lo que no pudo lograr por una lesión, convertirse en tenista profesional.

Esta película es un Match point absoluto para Zendaya: su personaje brilla con luz propia y nos trae a una Tashi que es consciente de su propia belleza y la convierte en un poder que usa a su favor. No hay escena en la que esté y no brille: un poco por mérito de Guadagnino, bastante por el propio. 

La sensualidad y sexualidad son dos constantes en la filmografía de Guadagnino (por ejemplo, en Call me by your name) y Challengers no es la excepción. Canalizado a través del tenis, el director de origen italiano filma los partidos como si fuesen encuentros sexuales: el sudor, los movimientos, la sincronicidad de los cuerpos, la musculatura contrayéndose. Cada detalle está minuciosamente calculado para que el espectador se sienta voyeaur de esa intimidad.

La película se mueve de forma dinámica, como la pelota de tenis en pleno partido. De hecho, las escenas de los partidos se alternan entre tomas desde el punto de vista de los jugadores, de la pelota, los espectadores, desde arriba y desde los costados, lo que da una sensación sumamente envolvente y de formar parte de un partido de verdad.

Si bien se pierde un poco con la traducción, la idea del nombre original del film (Challengers) es evocar de forma polisémica, tanto el concepto de competencia entre dos por un mismo objetivo como uno de los principales torneos en el mundo del tenis (los Challengers, competencias en los que los jugadores ganan sus primeros puntos para ingresar a los ránkings). 

En conclusión, Challengers es una opción entretenida para ver en pantalla grande y disfrutar del talento de los actores y de una dirección exquisita, que no deja nada librado al azar, que sugiere y da a entender mucho más de lo que muestra (y de ahí su mayor valor).

Puntuación: 8/10

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